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lunes, 7 de septiembre de 2015

El otoño del verano

Nos está atropellando el otoño
de repente
como de repente me atropellaron tus manos.
Ese otoño que hace florecer las cosas invisibles
como la mierda de primavera
hace florecer los colores en la tierra.
El último otoño de nuestras vidas
el primer otoño del resto de los otoños.
Septiembre de tierra y agua
otoño de sueños y futuros.

El otoño que florece el pensamiento,
que riega las sonrisas,
que alimenta las miradas prohibidas.
El otoño que sigue rimando tan bien,
tan bien como rima madroño
y Logroño,
y retoño.

Aún queda verano sangriento,
naranja y ardiente
no hay razón para seguir mirando al cielo.
Son escasos los días que nos separan,
largas las horas de espera,
cómodos los minutos que te quedas.

Nos está atropellando el otoño
ese que hace florecer las cosas invisibles.
Te lo cuento para que no se te olvide
es momento de crecer,
de crecer a tu lado
y de tu mano.
Para que no se te olvide que el camino
es el que marcan tus pasos
que los míos hace tiempo
que andan perdidos.

Voy a escribirle al otoño que rima tan bien
pasándome la métrica por Logroño
y decirle a los que ponen las reglas
que me coman el madroño
que nos está atropellando el otoño
y no hay nada que más me guste que cruzar la acera,
que me atropelle el otoño
y que me mojen tus piernas.

Por último voy a decirte que soy muy mal hablada
y he conseguido acabar sin rimar otoño
con la palabra que más me gusta rimarlo.
Que me arde la boca
y las manos
y los ojos de no mirarte.

Me gusta el otoño,
por como rima,
por como limpia,
y porque hace florecer todas las cosas invisibles
no como la mierda de primavera que solo trae colores mentirosos
y mentiras de colores.

Me gusta el otoño,
aunque sea todavía verano.

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