Ayer encontré el ticket de la última copa que nunca nos tomamos. Dude entre hacer una bolita y tirarlo a la papelera como debí hacer el primer día o guardarlo entre las páginas de ese libro, como si las palabras de esa historia pudiesen susurrarle consejos a la nuestra. Como si no supiésemos ya que no había última copa.
Almaceno recuerdos de quienes me olvidaron antes de aprender si quiera mi nombre, nunca cierro las puertas; como la de ése armario que se empeña en recibirme abierto para cuando quiera volver a cambiar de chaqueta. Siempre con las puertas abiertas, aunque del otro lado haga tiempo que me dieron con ella en la narices. Sigo guardando el ticket.
A veces me preguntan:
-¿Para quién escribes?
Y siempre respondo lo mismo:
-Para mí.
-Si, pero ¿en quién te inspiras? De alguien hablarás...
Hablo de mi, de mi mirada de soledad de vuelta al espejo, de mi silencio en las noches y mi luz en las mañanas, de mi sonrisa tras tu sonrisa y mis manos, que se están cansando de buscarte.
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